
En enero de 1817, llegó La Pola a Santafé acompañada de su hermano Bibiano. Por intermedio de sus hermanos curas, logró un salvoconducto para visitar todas las semanas a su novio Alejo Sabaraín. En cada entrevista, Policarpa le comunicaba noticias, órdenes y toda clase de mensajes enviados por los comandos revolucionarios. Las labores de inteligencia las cumplió con precisión y efectividad, pues, como era conocida en la ciudad, podía salir con libertad e introducirse en los costureros de las señoras españolas donde recogía informes útiles sobre los movimientos de las tropas españolas. Sin embargo, la casa de doña Andrea Ricaurte era un centro de subversión bastante peligroso: allí se celebraban frecuentes reuniones clandestinas a las que asistían varios militares criollos que por diferentes causas habían tenido que vincularse al ejército realista, pero que esperaban la ocasión de reincorporarse a las fuerzas patriotas acantonadas en los llanos; en el grupo participaban otras mujeres que, al igual que Policarpa, cumplían labores de inteligencia. Para esconder los mensajes enviados se usaban naranjas ahuecadas en las que se introducían las misivas, y el santo y seña era "¡Vencer o morir!".
El
1 de julio de 1817, Alejo Sabaraín y todos los presos de las cárceles de
Santafé fueron puestos en libertad. En ese momento, la red de personas que
participaban en el movimiento revolucionario era bastante grande e involucraba
a hacendados de diferentes parroquias, en las que se alojaban los soldados
desertores en tránsito hacia los Llanos.
El novio participó en todo el engranaje y planeaba también viajar a los llanos
para unirse a las guerrillas de José Nonato Pérez, con el fin de adelantar con
la mayor rapidez posible la toma de Santafé. Alejo partió con Rafael Cuervo,
Francisco Arellano y otros más a principios de agosto de 1817. La ruta escogida
fue por los cerros de Monserrate para llegar al Guavio, luego a Gachetá y, de
allí, seguir a los Llanos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario