A los nueve años llegó La Pola a
Guaduas. Margarita Beltrán procuró su ingreso a la escuela del Convento de La
Soledad. Allí aprendió a leer y escribir, estudió la doctrina y la historia
española y aprendió a rasgar la guitarra y a cantar. En la modesta casa del
matrimonio García-Salavarrieta era común que se alojaran ocasionales viajeros
en tránsito hacia Santafé o hacia Honda, por lo que existía una constante
información sobre los sucesos de España y del virreinato. Muchas familias
tenían a Guaduas como lugar de veraneo y mantenían relaciones cordiales con los
familiares de La Pola, en especial con la del futuro general Joaquín Acosta y
Pérez de Guzmán.
En
marzo de 1813, La Pola conoció a los hermanos Almeida, quienes le ayudaron a
gestionar un mejor bienestar para su novio. Durante un mes estuvo trabajando
con doña Bárbara Romero, destilando clandestinamente aguardiente, procedimiento
que conocía desde su estadía en Guaduas, donde se producía el mejor anisado de
la región. En junio de ese año Sabaraín ya estaba recuperado y participó
activamente en el adiestramiento de nuevos milicianos que irían a participar en
la campaña del Sur, la cual se inició el 23 de septiembre y en la que
participaron Sabaraín, Bibiano Salavarrieta y su cuñado Domingo García, el cual
fue dado de baja en la batalla del Bajo Palacé.
A
finales de 1813, Policarpa volvió a Guaduas junto con la familia Zaldúa y allí
permaneció al lado de su hermana y, según parece, dedicada a la enseñanza. En
1815, Guaduas fue tomada por los españoles. Mantuvo entonces La Pola una
peligrosa posición de rechazo y continuó colaborando, en lo que podía, con la
causa patriota. En mayo de 1816, el general español Pablo Morillo llegó a
Santafé y comenzó la cruel ejecución de los criollos que habían participado en
la primera República.
Los
montes de Guaduas se convirtieron en un importante lugar de refugio de los
republicanos que escapaban del "régimen del terror", especialmente
hacia los Llanos Orientales, en donde se sabía que un numeroso contingente de
guerreros se adiestraba y preparaba entre "la niebla". Así se llamaba
un grupo del que pronto recibieron órdenes los guadueros y del que formó parte
Policarpa Salavarrieta, que en la clandestinidad fue una de las más entusiastas
colaboradoras de los fugitivos.
Desde
1813, pocas noticias habían recibido de Alejo Sabaraín, y por los días de la
derrota de los patriotas en la cuchilla del Tambo, en las cercanías de Popayán,
el silencio del novio fue total. Sólo en noviembre de 1816 recibió una carta en
la que Sabaraín le comunicaba que estaba vivo y cautivo en Santafé, en el
presidio correccional. Había caído preso junto con José Hilario López y otros
oficiales, y corrió la misma suerte del futuro reformador liberal; en el último
momento, cuando ya iban a ser ejecutados en el patíbulo, se les conmutó la pena
de muerte por ser de baja graduación militar. En su misiva, Sabaraín le pidió a
La Pola que se le uniera en la capital. En
diciembre de 1816, se presentó en la casa de Policarpa, en Guaduas, el coronel
patriota José Ignacio Rodríguez, de alias "El Mosca", quien dijo ser
enviado de los Almeidas y le propuso, a nombre de los antiguos amigos, un
trabajo para la patria: actuar en Santafé como espía y enlace de los grupos
patriotas.
Rodríguez
le entregó un salvoconducto y pasaporte falso y claras instrucciones de lo que
debía hacer en la capital: se alojaría en casa de Andrea Ricaurte de Lozano, a
quien serviría como empleada del servicio; ésa era la pantalla. Debía conocer
el estado de las tropas españolas y poco a poco hacerse amigos y enterarse de
quiénes deseaban huir a los Llanos para unirse a las guerrillas del padre
Ignacio Mariño. Además, debía obtener las listas de los patriotas buscados por
insurgentes.
Rodríguez,
además, le comunicó a La Pola que pronto recibiría la visita de Bibiano, que
para ese momento era prácticamente un héroe. El hermano pequeño llegó y, según
comprobaron las hermanas Salavarrieta, había sufrido mucho en las campañas
militares. La visita de Rodríguez y de Bibiano a la casa de Catarina despertó
gran sospecha entre los realistas que vivían en Guaduas y precipitó el
desplazamiento de Policarpa a la capital.
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